Acostumbrada a que sus deseos se materialicen, Madonna creyó que con su fama y su dinero podría -salvar- a los niños de Malaui. Sin embargo, en el último año ha visto cómo sus ambiciosos planes se desmoronaban. Los familiares de sus hijos adoptados la han demandado, ha tenido que paralizar la construcción de una escuela y la ONG que creó está siendo investigada por fraude. Viajamos hasta allí.
En la pared de la choza de Lucy Chekechiwa hay una foto de una mujer y una niña. Aunque la imagen es mala, la mujer es, sin duda alguna, Madonna.
El bebé que tiene en brazos es Mercy James, la nieta de Lucy. Esta mujer de 62 años, que vive a la entrada del pueblo de Zaone, en Malaui, no ha vuelto a ver a la niña -que ahora tiene 5 años- desde que Madonna se la llevó a Londres en 2009. Mercy es el segundo hijo que adoptaba Madonna en el país africano. Al primero, David Banda, se lo llevó en 2007, en un intento, como ella misma dijo, «de salvar a esta gente y, al mismo tiempo, de que ellos me salvasen a mí».
Madonna no es la única persona occidental que se ha sentido impactada por la pobreza de Malaui. Ni es la primera que ha tratado de cambiar la situación. Este país diminuto, enclavado entre Tanzania, Zambia y Mozambique, es espantosamente pobre. Cerca de un 12 por ciento de sus 15 millones de habitantes están infectados de sida. La esperanza de vida es de 44 años en el caso de los hombres y de 51 en el de las mujeres, según cifras de la Organización Mundial de la Salud, y el 65 por ciento de la población vive con 90 céntimos de euro al día.
El bebé que tiene en brazos es Mercy James, la nieta de Lucy. Esta mujer de 62 años, que vive a la entrada del pueblo de Zaone, en Malaui, no ha vuelto a ver a la niña -que ahora tiene 5 años- desde que Madonna se la llevó a Londres en 2009. Mercy es el segundo hijo que adoptaba Madonna en el país africano. Al primero, David Banda, se lo llevó en 2007, en un intento, como ella misma dijo, «de salvar a esta gente y, al mismo tiempo, de que ellos me salvasen a mí».
Madonna no es la única persona occidental que se ha sentido impactada por la pobreza de Malaui. Ni es la primera que ha tratado de cambiar la situación. Este país diminuto, enclavado entre Tanzania, Zambia y Mozambique, es espantosamente pobre. Cerca de un 12 por ciento de sus 15 millones de habitantes están infectados de sida. La esperanza de vida es de 44 años en el caso de los hombres y de 51 en el de las mujeres, según cifras de la Organización Mundial de la Salud, y el 65 por ciento de la población vive con 90 céntimos de euro al día.
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